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“Al equipo lo veo suelto de visitante y la presión no sé si nos coma o a la hora de las charlas yo no sea capaz de motivarlos para hacerlos valer y los números son fríos y hemos dejado ir cinco puntos en casa. (Ignacio Ambriz)”
A ver, Ignacio.
En el Azteca jugamos desde 1966.
En el Azteca ganamos la Final del Siglo.
En el Azteca le arrebatamos el título a Cruz Azul.
En el Azteca engullimos a Tigres.
El coloso es tu aliado. El Azteca está acostumbrado a vernos ganar y ruge cual bestia herida cuando es humillado de esta manera.
Esto no es de presión, Nacho. Es falta de capacidad tuya, del que está arriba de ti y también de los que están dentro de la cancha.
La culpa es compartida.
Basta de señalar al entrenador como el único mal que habita en Coapa.
Ambriz no regaló dos anotaciones como Muñoz que está en el ocaso de su carrera.
Ambriz no se dejó rebasar cuantas veces fue posible como Alvarado.
Ambriz no es un espectador en el mediocampo como Guerrero y Martínez.
Ambriz no es el que no puede controlar un solo balón dentro del área como Oribe.
Ambriz no es el que quiere definir de lujo en cada oportunidad como Benedetto.
La responsabilidad de utilizar a los mismos en cada ocasión sí que es suya porque esto no es nuevo:
A Muñoz se le tiene una estima tan alta que no se quiere ver que nos costó un Mundial de Clubes. La jornada anterior tuvo una salida en falso. Son pequeños mensajes que se envían desde la cancha hacia fuera y que el entrenador y director deportivo no han querido ver.
¿Y los otros diez? A Ventura lo siguen probando en una posición que no es la suya. Atlas llegó las veces que quiso por ese costado. Ante Pachuca la volvió a pasar mal. Goltz suele ser un volado. Un día es una muralla y otro día cualquier recorte lo deja fuera de combate. A Pablito le absorbieron el alma. Lejos está aquel gladiador que nos llenaba de orgullo con su intensidad y fiereza para disputar todos los balones. Su cuota goleadora se ha ido a pique como quien deja caer una piedra a un pozo. A Samudio le dijeron que había que portarse bien y se apagó cual quinqué sin combustible.
En el medio se depende de un contención fijo como Guerrero que siempre ha sufrido contra rivales veloces y de un centrocampista con mayor libertad quien ha sido acompañado por la intermitencia y falta de genes paraguayos durante su estancia en Coapa.
Hoy Sambueza es luz. Hace unas semanas atrás era sombra. Juega cuando quiere.
Y arriba, una pena.
Peralta parece avejentar a un ritmo alarmante. Pareciera que en su manual de centro delantero se perdió el capítulo de “Remates de primera intención”. Las quiere controlar todas dentro del área y eso significa jugada perdida en vista de que todo balón le rebota.
A Benedetto se le ve fastidiado. Si el balón no le llega, da igual. Y si le llega, a intentar algún lujito a ver si sale. Cero tantos en tres partidos para el killer azulcrema.
Si todo esto es tan claro para alguien que mira a lo lejos los encuentros, aquellos que están en el banco o el palco como el caso de la dirigencia y que además viven de esto, tendrían que verlo cien veces más claro.
Pero no, mejor que se siga viviendo en una burbuja donde se cree que Muñoz es arquero de selección, que Paul es el mejor lateral de México, que Oribe es el mejor delantero mexicano y que apuntalados por nuestra legión extranjera somos un equipo implacable.
Por tanto, esto no es culpa entera de Ambriz.
Este equipo ha sido conformado por Ricardo Peláez quien contra viento y marea ha apostado por la continuidad aunque de antemano conozca la inconsistencia de este equipo. Poner aquí [X] la marca de primer culpable.
Y por lo mismo que a pesar de sus papelones recientes se sigue apostando por ellos, los futbolistas tendrían que ofrecer un poco más de profesionalismo, orgullo y amor propio para impedir que estos ridículos sigan ocurriendo. Pero no, están muy cómodos sabiendo que el que se va es el entrenador. Poner aquí [X] sobre los jugadores la marca del segundo culpable.
También Ambriz tiene su dosis de culpa. Lleva poco más de un semestre en Coapa y debe saber qué le ofrece cada jugador. Su mayor error ha sido el de insistir con un esquema que no funciona. La conexión entre los mediocampistas con los de arriba es casi nula. Oribe y Benedetto no hacen una pared o se combinan entre ellos ni por error. Si alguien vio el duelo de Monterrey ante Atlas sabrá la envidia que causa ver como Funes Mori y Pabón se complementaron entre sí para hacer un magnífico gol. Eso es algo jamás se verá entre Oribe y Benedetto. Uno porque no es capaz de controlar un balón y el otro juega cuando quiere.
Desde la banca tendría que llegar el mensaje de que no hay intocables. Pero no, juegan los de siempre a lo de siempre. Por tanto, poner aquí [X] la marca de tercer culpable sobre Ambriz.
Cambiar de entrenador probablemente traiga ese empujón anímico y mental de “ahora sí vamos a hacer las cosas bien”, pero será temporal. Un entrenador nuevo no hará que Muñoz deje de regalar goles ni convertirá a Alvarado en el nuevo Alfredo Tena. Tampoco hará que Oribe rejuvenezca y sea el goleador implacable que nunca ha sido y mucho menos hará de Darwin, Arroyo y Benedetto jugadores más consistentes.
Lo que habría que hacer es dejarse de historias y abrir la chequera en el próximo mercado veraniego.
Y si puede ser sin la presencia de Ricardo Peláez, mucho mejor.