Jugar para el Club América: “Trono o Tumba”

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Jugar en el América ha sido complicado desde que el ‘Tigre’ Azcárraga decidiera adquirirlo en 1959 a Isaac Bessudo, dueño de Jarritos, por 425 mil pesos de aquella época.

Jugar en América ha requerido características especiales en los jugadores: temple, determinación, fútbol y un poco de show para la tribuna, al fin que es una empresa de espectáculos.

Sin embargo, jugar en América en los últimos diez o quince años ha incrementado la dificultad por lo menos dos o tres veces. No hay manera real de cuantificarlo, pero sí que puede hacerse un recuento de lo ocurrido.

En el pasado, el contacto con jugadores era de alcance limitado. Tenías que ir al aeropuerto, al hotel de concentración, o llegar temprano al estadio para tener una mínima chance de acercamiento con ellos.

En el pasado, era difícil conocer las situaciones de los jugadores. Uno se enteraba por lo que informaban los reporteros en los periódicos. La vida de los jugadores gozaba de mayor privacidad y en general, se les conocía por lo que hacían en la cancha.

Hoy en día, los jugadores viven bajo el escrutinio de todo mundo. Desde el mismo Club que publica fotos y videos de los entrenamientos, hasta los mismos jugadores que tienen redes sociales y tienen cierto acercamiento con “su gente” que, al final, ha salido contraproducente por la cantidad de reclamos e insultos que deben soportar.

El problema de la dificultad aumenta su complejidad debido a la burbuja en la que viven los jugadores.

Pasan de pobres a millonarios en un abrir y cerrar de ojos.

Su origen humilde (en la mayoría de los casos), no les prepara para el asedio mental que van a sufrir a expensas de una afición cada día más tóxica y enardecida que cree que su equipo tiene que ser campeón cada semestre o hay que prender fuego a todo.

En una entrevista reciente, Henry Martín declaró que estuvo a punto de abandonar el fútbol porque las cosas estaban demasiado cuesta arriba (como aquel año en América en el que hizo dos o tres goles y la presión fue más fuerte que nunca). Entonces, se refugió en su familia, buscó ayuda especializada en tema mental (coaching) y hoy día, tenemos al flamante campeón de goleo.

El ejemplo favorito de lo que representa jugar en América, lo tenemos en Miguel Layún. Un tipo al que la gente enterró vivo y lo hundió en un pozo mental profundo del que salió con mucha ayuda hasta convertirse en un referente. Que la gente lo odie otra vez, es un misterio de la vida.

Si bien Henry y Layún sobrevivieron a la furia del americanismo porque decidieron tomar cartas en el asunto, hay otros tantos que no. Casos extremadamente recientes: Sebastián Córdova, Emilio Lara y Federico Viñas. Son tipos a los que la presión y expectativas terminaron afectándoles demasiado. Son jóvenes y están a tiempo de salvar sus carreras si aceptan la ayuda mental necesaria. De lo contrario, serán otros tantos que, así como llegaron, desaparecieron del mapa. Con estos tres (por citar ejemplos) se está asumiendo que o no han buscado ayuda, o no les funcionó (y por ende, deberían buscarla por otro lado).

Jugar en América no debería ser tan tóxico.

Es cierto que los equipos grandes tienen una presión especial, pero en la época actual, los jugadores son sometidos a un martilleo mental que en el pasado no existía y no están preparados para ello. Se supone que el Club les facilita acceso a psicólogos especializados, pero, ¿cuántos realmente los aprovechan? Estar en el club de Toby tiene la regla no escrita de aceptar ayuda mental, al fin que eso es para debiluchos, y esos son muy machos.

Esto viene desde la creencia de la sociedad. El concepto de coaching o psicología está asociado a los coloquialmente llamados “locos”. Es evidente que está mal, pero intenta cambiar la ignorancia del mundo al respecto, te deseo suerte.

El fútbol de hoy, tan mediático en toda la extensión de la palabra, demanda jugadores con fortaleza mental indestructible, con nervios de acero y temple máximo.

Para lidiar con la toxicidad del ambiente, es insuficiente aislarse en la burbuja en la que viven. Se necesita estar más preparado que nunca, y esto significa terminar con creencias y clichés de machos.

Porque, para mala fortuna de los jugadores, no solo hay que lidiar con la presión excesiva de los medios anti-americanistas, también hay que lidiar con una afición cada día más tóxica, y esto, no solo del América, sino de todo el mundo. Ahora todo mundo quiere ser campeón cada año.

Los que lo entiendan (como Henry y Layún), se sentarán en el trono Azulcrema. 

Los que no lo entiendan (como Lara, Viñas, Córdova y cualquiera que haya sido promesa), se recostarán en la tumba Azulcrema.

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