Club América (3-0) Tigres: ¡Dieciocho veces campeón!

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Fueron 1827 días de espera.

Fueron 1827 días de frustraciones y desencantos.

Fueron 1827 días del peor ayuno posible para una institución y afición que se alimentan de títulos.

Fueron 1827 días de espera que cada día se antojaba eterna.

Fueron 1827 días en los que desfilaron dos entrenadores y decenas de jugadores sin conseguir gloria eterna…

Pero en el fútbol, como en la vida, no hay fecha que no se venza ni plazo que no se cumpla.

Señoras y señores:

¡EL CLUB AMÉRICA ES CAMPEÓN!

Y es que era ahora o nunca. Se palpaba en el ambiente que la copa ya no era un capricho, era una obsesión. Era inconcebible prolongar esa dolorosa combinación de grandes torneos y manos vacías.

La gesta tiene varios protagonistas, pero sin duda, el amo de la final, fue el señor Julián Quiñones.

De los botines del majestuoso atacante colombiano, América terminó pulverizando a Tigres y alzándose con el trofeo de campeón. Desde el penal provocado en la ida, hasta la doble expulsión provocada y la apertura del marcador en el Azteca, la Pantera Negra desquició a los felinos que jamás encontraron la fórmula para detenerlo.

A los Tigres les pasó por encima una locomotora y todavía no se han dado cuenta.

La suerte del campeón también se manifestó en el Azteca. El salvaje disparo de Carioca reventó el travesaño y no hubo americanista alguno, en el viaje de esa pelota, que no estuviera viendo “la luz pasar ante sus ojos”, pero en el fútbol la suerte cuenta, y si esa no entró, ninguna iba a hacerlo.

América es campeón porque fue mejor que Tigres. Mantuvo la cabeza fría cuando la tenía que mantener. Jugó al fútbol cuando tuvo que jugar, canchereó cuando tuvo que cancherear, y más importante: pegó cuando tenía que pegar.

Y por si faltaba algo, la final estuvo cargada de emotividad por varios frentes.

Layún le prometió a Emilio que iba a dejarle una copa antes de irse, y cumplió.

Y el presi Baños, blanco de un millón de críticas por la escasez de títulos bajo su gestión, dedicó, entre lágrimas, el trofeo a su señor padre que, hace unas semanas, dejó la vida de este mundo.

No menos importante, la afición. El Azteca fue un pandemonio. En cada acción quería comerse a Nahuel, Carioca, Gignac y compañía. Los apretó hasta hacerles perder la cordura y terminar rindiéndose ante la superioridad Azulcrema.

Esta fue la historia también de André Jardine.

Un entrenador del que se dijo, no era primera opción, y que mucho americanista quiso echar desde la fecha uno. Sin embargo, el brasileño se dedicó a trabajar, a imponer su estilo de juego, y especialmente, aprovechar el arsenal ofensivo con el que cuenta. Salió campeón tras escasos 27 partidos como Azulcrema, eliminando el mito de que “es imposible” y que “los procesos llevan tiempo”.

Enhorabuena para todo el americanismo. El que critica, el que solapa, el que revienta, y al que nada le parece.

Al final, cada Azulcrema, desde su trinchera, y a su estilo, quiere lo mismo que todos: salir campeón.

Desde nuestra trinchera, hacemos lo que podemos para defender al club que amamos.

Así que ahora, hermanos y hermanas, ¡celebremos!

Celebremos porque aunque pasaron 1827 días, el Fútbol Mexicano volvió a la normalidad:

El América es dieciocho veces campeón.

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