No te pierdas más reciente capitulazo del NidoPodcast, el show semanal para Americanistas Exigentes.
“Es que el entrenador no pudo armar su equipo.”
Es la frase con la que se identifican la gran mayoría de proyectos que culminan en fracaso.
Si hacemos un rápido ejercicio de memoria, nos daremos cuenta que este fenómeno está por doquier en el fútbol mexicano. Los equipos parecen ser incapaces de definir una filosofía de juego y apegarse a ella sin importar quien sea el directivo, jugadores o entrenador en turno.
América no es la excepción.
Esto se debe generalmente a que el dueño es una persona que no conoce de fútbol más que a nivel aficionado. Desea que su equipo “juegue bien” aunque tampoco es que tenga clara la definición de esa cualidad. Generalmente encargan esta función ex-jugadores que fungen como presidentes deportivos sin que necesariamente estén preparados para el puesto.
Tampoco suele dar resultado.
Definir una filosofía a nivel Institución que se respete contra viento y marea siempre sería lo ideal en un club que pretenda ser exitoso.
Por ejemplo, supongamos que América ha decidido jugar 4-3-3. Por tanto, se debe contratar jugadores que se adapten al esquema y entrenadores que no quieran inventar el hilo negro si no más bien, aportar su conocimiento para pulir aún más el estilo de juego.
De esta forma, el entrenador que llegue no necesitaría preocuparse por “traer a su gente” ni descubrir la mejor formación para su escuadra. Tendría siempre listo el material para seguir desarrollando dentro de la cancha la filosofía que promueve el club.
Esto necesitaría implementarse en todos los niveles, desde fuerzas básicas hasta el primer equipo. Justo como hace el Barcelona (por citar algún grande). Los juveniles que dan el salto al primer equipo ya saben cual es el sistema que maneja el club porque desde pequeños lo han practicado. También se traen futbolistas extranjeros que puedan adaptarse al estilo catalán. De esta forma, podrán cambiarse los nombres, pero la esencia y filosofía se mantiene intacta.
Un fracaso no debería significar el destruir todo y comenzar de nuevo. No es sano hacer borrón y cuenta nueva cada seis meses o doce meses. América necesita definir su filosofía de juego y casarse con ella. Perfeccionarla torneo tras torneo, año tras año.
Dejemos de cegarnos con los torneos cortos y pensemos más allá.
Basta mirar el pasado reciente del América para darse cuenta de que cada entrenador que ha pasado por el equipo en algún momento ha dicho “yo no armé al equipo” o alguna variante de esa frase para justificar sus resultados.
Con el formato actual de traer un director técnico y que “arme su equipo” se podrá ganar algún título esporádico pero difícilmente se logrará una dinastía que consiga el título de liga de manera frecuente.
Debería ser distinto.
El americanismo siempre pregona que América debe “ser espectacular”. ¿Cuál es el significado de esa frase? ¿Meter por lo menos tres goles por partido? ¿Tener más posesión de balón? ¿Tener grandes jugadores línea por línea? ¿Jugar con línea de cuatro? ¿Seguir con la de cinco? ¿Cuál es el prototipo de entrenador ideal para cumplir ese propósito?
Si preguntáramos a cada aficionado sus respuestas, terminaríamos con miles de opciones distintas. Esto se debe a que no existe una filosofía clara a seguir. Por eso todos los técnicos desde que terminó la era de “Panchito” Hernández han “armado a su equipo” solo para que dentro de un año llegue el nuevo a realizar lo mismo que el anterior en un ciclo que parece no tener fin.
Si se desea dominar una liga y ser siempre protagonista, es necesaria una adecuada filosofía a nivel de club la cual deberá respetarse de tiempo completo.
Tener una filosofía definida con claridad y darle continuidad es el camino a cosechar éxitos de manera consecutiva.
Seamos distintos. Seamos diferentes.
Dejemos de buscar glorias efímeras a costa de sacrificar quiénes somos.