[Opinión] América no es un club cualquiera

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Todo lo que ha sucedido con el Club América en el 2021, en los primeros meses del 2022, y lo que ha pasado día con día es realmente alucinante, inaudito, e incierto.

Una travesía que comenzó a finales del 2020, cuando la directiva sorprendió a todos con el nombramiento de Santiago Solari, un personaje que causó mucho revuelo en el medio deportivo mexicano porque no forma parte de la tan desgastada baraja de entrenadores, ni tiene el perfil de DT que le gusta a los medios que viven de la polémica barata. Por esto, casi no se reconoce lo que dejó su gestión, entre ello, su profesionalismo, y una muy importante limpia de jugadores.

Fue muy grato tener en Coapa a alguien que se dedicó a trabajar, a entrenar, a hablar únicamente de fútbol. Alguien que no buscó ser el mayor protagonista, ni darse más importancia que el club. Un DT que durante toda su estancia estuvo concentrado en su labor, y en las metas a conseguir.

A primera vista, Solari era una apuesta interesante, pero no contó con las herramientas necesarias. Aún así, luego de ese primer año, con lo poco que le consiguió la directiva, obtuvo récord de puntos, puso orden, e hizo funcionar a un grupo de jugadores de limitada calidad. Con ello se podía pensar que en un tercer torneo todo iba a resultar mejor. No obstante, los altos mandos mantuvieron la tendencia, esa tendencia de cometer todos los errores posibles en perjuicio del Club América.

La directiva fue incapaz de cumplir con las tareas que le corresponden. No hizo fichajes que fortalecieran las deficiencias del plantel. No prestó atención a las peticiones del entrenador, y además de eso, las contrataciones llegaron fuera de tiempo y de forma. Aunado a ello, sucedió lo que todo mundo vio, pero que algunos todavía se atreven a negar.

Aparentemente, Solari era muy estricto, y mantenía una relación meramente laboral con el plantel. Ante esto, varios futbolistas se mostraron indiferentes, sin actitud, sin disciplina, sin vergüenza alguna, y fueron de ridículo en ridículo hasta que el presidente se fue por lo más fácil y cómodo, despedir al técnico, y con ello se quitó la presión que traía encima.

Baños echó a Solari sin tener un plan B, C, o D, y recurrió a lo que estaba ahí, a la mano, a alguien como Fernando Ortíz; un exjugador que vistió la camiseta azulcrema, pero que llevaba muy poco tiempo en el América. En este sentido surgen varias preguntas, una de ellas es, si ya habían optado nuevamente por su camino favorito, el camino de la improvisación, ¿por qué se eligió al argentino en lugar de a Raúl Rodrigo Lara? Un canterano que lleva años trabajando en la institución, y al que Cuauhtémoc Blanco y Germán Villa denominan como el más americanista.

Luego de que los jugadores “mágicamente” volvieron a mostrarse dispuestos a correr, a esforzarse, a no quedarse tirados en la cancha mientras les hacen gol, y con la clasificación directa a liguilla, la prensa amiga ha aprovechado la situación para resaltar que el presidente hizo muy bien en nombrarlo.

Y actualmente se dice que Fernando Ortíz es el candidato número uno para quedarse con el puesto. Más bien, es el único. Esta posibilidad deja en claro que a la directiva no le preocupa resolver las necesidades de un equipo que lleva tanto tiempo sin ser campeón. Y ese tipo de medios está colaborando de gran manera para que se desvíe la atención de los problemas de fondo de la institución.

América tiene ya muchos torneos sin rumbo, sin estabilidad, sin estructura, y la continuidad de Ortíz, y de gran parte de esos elementos que ya demostraron que su inconformidad/molestia/incomodidad con el DT está por encima del club que les paga, no va a resolver el problema de raíz.

Si bien Ortíz ha hecho un buen trabajo a partir de que tomó el equipo, sigue siendo un DT novato, y en el partido ante Cruz Azul se vio que todavía le falta mucho por aprender. Por lo mismo, en cualquier momento se puede repetir lo sucedido con Solari. Él lo sabe. En las conferencias de prensa ha declarado que es consciente que como DT, no es alguien todavía.

Todo esto evidencia la presión para alinear a esos elementos que mandan en el vestidor, pensando que es lo necesario para mantener el control del equipo. Los jugadores que fueron borrados por Solari, regresaron. También por esa falta de jerarquía es muy difícil que se pueda poner por encima de los altos mandos del club para demandar algún tipo de refuerzo.

Así que su presencia sirve de aliciente temporal, pero a largo plazo, con la misma directiva, y con la historia ya conocida, tendrá muy pocas herramientas de las cuales sostenerse. La única forma en que Ortíz merecería continuar en el cargo es siendo campeón. De otro modo, su permanencia significaría continuar con el círculo vicioso de los últimos años.

Creo que el solo hecho de que el más grande de México lleve casi 4 años sin obtener el título de liga debería ser suficiente para ir más allá, y entender que América ya no puede seguir improvisando, ni apostando por un nombre cualquiera a ver qué sale. No puede seguir lanzando una moneda, y esperar que resulte bien, o ver hasta donde resulta.

Ya es hora de ir terminando con esa destructiva costumbre de usar al América como objeto de experimentos y de pruebas. No todos los DT, como en el caso de los futbolistas, merecen y pueden ocupar el banquillo con más presión, con más exigencia y con más reflectores del fútbol mexicano. Así que ni Ortíz, ni Larcamón, ni alguien hecho en casa, o alguno de los nombres habituales son la opción ideal para asumir la tarea y la responsabilidad.

Con Larcamón pasa lo mismo que con Ortíz, no tiene lo necesario para cargar y lidiar con ese gran peso. El recurrir a alguien de casa solo por el solo hecho de serlo, tampoco serviría. Varios de los que se mencionan llevan mucho sin ejercer como DT, por lo tanto, muchos de ellos podrían fungir como presidentes, pero no como entrenadores. Otros ya tuvieron la oportunidad, y su capacidad en la dirección técnica no quedó ni cerca de su capacidad como futbolista. Así que actualmente no hay alguien hecho en Coapa que cumpla con todos los requisitos para lograr esa gran encomienda, pero en un futuro podría ser José Antonio Castro.

El gringo ya ganó un título con las fuerzas básicas del Cruz Azul, ya trabajó como auxiliar en el Querétaro, y sabe que necesita seguir preparándose y adquiriendo experiencia para aspirar a ser DT del América. Tiene muy claro que para llegar a esa posición lo primero que se requiere es capacidad, no americanismo. El americanismo es un extra.

Lo mismo ocurre cuando se habla de personajes que pasaron por el nido como Mario Carillo, que ya es más comentarista que entrenador. Y ni pensar en alguien que tiene muchos fans en los medios como La Volpe. Este señor ya está retirado, hay que dejar que siga disfrutando de sus nietos porque su época ya pasó.

Si se quisiera romper con el círculo vicioso irían a buscar a un DT actualizado, preparado, triunfador, con experiencia, con jerarquía, con una gran autoridad para gestionar grupos. Un DT que asuma que la principal encomienda es regresar al camino del triunfo, al camino de los títulos. Un entrenador altamente profesional y con las cualidades necesarias para saber compaginar su labor con todo lo que implica el entorno azulcrema, pero mientras el dueño no ponga atención en el club, luce difícil que alguien con ese perfil tome el mando.

Así que es muy probable que el próximo torneo, tomando en cuenta que los plazos se acortaron, se repita lo que viene sucediendo. Habrá pocas modificaciones, y modificaciones poco significativas. El club seguiría navegando, resolviendo todo de último minuto sin planeación alguna.

Por eso necesario expresar que América no merece ser tratado como un club cualquiera. América no puede vivir de rescatar torneos. América debe dejar de experimentar con lo que encuentra disponible, y esperar que todo funcione por arte de magia. América necesita un verdadero proyecto, un DT, y un plantel acorde a lo que es. América necesita una estructura que le dé títulos continuamente. De otra forma se seguirán consiguiendo campeonatos cada vez que los astros se alineen porque no hay una planificación que sostenga e impulse una inercia ganadora.

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