América fue víctima de su temperamento y facilitó la victoria a Tigres

De todo un poco. Primero había atajado el remate de Damm sobre el césped que terminó en penal. Lo adivinó pero Gignac le puso la fuerza suficiente para doblarle la mano. Al final nos salvó del 2-0 con la tapada ante el fusil del jugador felino.

Tiene la suerte de que su actuación no haya ido al marcador. Nunca se sintió cómodo como lateral. No ofreció demasiada resistencia y hasta un túnel le regaló Damián Álvarez. La historia de la polifuncionalidad ya se terminó. Como lateral ya no ofrece mucha solidez defensiva.

Con dos jugadores menos no queda otra que aplicarse atrás e intentar contener lo mejor que se pueda. Estuvo atento en casi todo el partido salvo al final en donde el esfuerzo extra empezó a cobrarle factura.

No bajó nunca los brazos ni cayó en el juego de ver quien pateaba más y mejor. Defendió, se agregó en algunos momentos al ataque y demostró el cómo se controla el temperamento en partidos difíciles. Tendría que ser el capitán el resto del torneo.

No fue su tarde. Damm lo maltrató bastante por su banda y tuvo la mala fortuna de que el saque de esquina evitable terminara en penal. Hacia el frente tuvo la más clara y la tiró por un lado. Es cierto que nunca dejó de luchar y tampoco bajó los brazos pero la suerte no lo acompañó en este cotejo.

El luchador volvió su hábitat natural. Ahí donde las faltas y las barridas son el pan de cada día. El día en que enfoque su fortaleza en contribuir a recuperar el balón y no a demostrar cuan fuerte puede “meter la pierna” va a crecer como jugador.

No encontró alguna brecha para escapar del sector medio de Tigres y terminó por ser intrascendente en el trámite del partido. Su conexión con la delantera fue nula. Es en partidos como éstos en donde debería aparecer aunque sea un poco más. Muy contrastante su actuación con respecto al duelo ante Cruz Azul donde había sido el mejor.

No se le volvió a ver después del potente disparo al inicio. Los jugadores de Tigres ejercían mucha presión sobre los centrocampistas azulcremas y Andrade no opuso demasiada resistencia para no dejarse atrapar y fue de los primeros en caer.

El carácter le vuelve a traicionar. Pidió a gritos su expulsión desde el silbatazo inicial y no paró hasta que se fue a las regaderas. Logrará calmar por algunos meses su temperamento pero tarde o temprano aflora y ocurre lo que hoy. No puedes tirar por un caño el esfuerzo de los compañeros así. Además, tuvo el empate en el primer tiempo pero su remate fue deficiente y apenas consiguió que fuera al poste.

Empieza a jugar hasta la segunda mitad que en el primer lapso no vio una. Luchó, peleó, buscó armar alguna jugada con Arroyo y Quintero en la cancha pero nada fue suficiente para conseguir el empate.

No le salió nada. Se desesperó y siguió el ejemplo de su capitán. Vaya forma de perder la cabeza.

Complicado evaluarle. Tendría que haberse ido al minuto de haber ingresado pero ocurrió todo lo contrario. Como no es su culpa de que el colegiado haya decidido dejarle en el campo, su calificación se basa en lo que hizo tras ese incidente: pedir la esférica, buscar la profundidad por izquierda y ser un dolor de cabeza para Tigres por su banda. Estuvo a nada de volver a ser el héroe con aquel remate de tiro directo que se fue apenas desviado.

Por esfuerzo no quedó. Intentó triangular o traspasar líneas enemigas con balón dominado pero no ocurrió. Su mejor oportunidad fue en el último cobro de tiro libre que salió directo a la humanidad de Guzmán.

Es muy complicado que en un escenario tan difícil pudiera ser la diferencia. Especialmente cuando no juega. Aún así, se brindó, intentó por izquierda pero al igual que los otros cambios, todo quedó en buenas intenciones.