Evocando a las águilas

Voz autorizada del americanismo

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Voz autorizada del americanismo

Anécdotas fantásticas y las que ha revelado Daniel Brailovsky en diversas entrevistas recuperadas. Esencialmente tres anécdotas que se fusionan porque exponen claramente los pilares que sostienen a un club grande que en todo momento pone de manifiesto su jerarquía.

En la primera de ellas aborda su llegada a Coapa. “El Ruso” cuenta que Panchito Hernández había viajado a Argentina con la intención de fichar a Ricardo Gareca, pero después de haberlo observado algunos partidos, lo descartó por algún motivo. Posteriormente preguntó si había algún candidato más, y fue ahí cuando le hablaron de un jugador de Independiente, de apellido Brailovsky, así que fue a ver cómo se desempeñaba. Lo siguió varios encuentros hasta que finalmente lo convenció.

Después de haber aprobado sus cualidades futbolísticas, Panchito se dio la tarea de conocerlo, de saber de su entorno, de su familia y de todo lo que lo rodeaba antes de ofrecerle un contrato. Tras haber constatado cómo se manejaba, se decidió que tenía las características necesarias para ser parte del Club América. El argentino había pasado entonces la primera prueba, venía una más, la aprobación del gran capitán americanista.

En la segunda anécdota señala que en los célebres años ochenta existía la costumbre en la que el capitán, rodeado del plantel, entregaba una playera a los nuevos fichajes. Una playera de entrenamiento que fungía como una forma de bienvenida a la institución. No obstante, Alfredo Tena se reusó a cumplir con el protocolo, por lo que fue Cristóbal Ortega quien llevó a cabo la entrega.

Al “Capitán Furia” no le agradaba la llegada de Daniel Brailovsky, pensaba que se trataba de un argentino más que venía a robar al club que él tanto respetaba y resguardaba. Tuvo que pasar el tiempo para que el sudamericano se ganara la anuencia de Tena. Tuvo que demostrar que era un extranjero que había llegado a sumar, a aportar, y no a pasearse como lo han hecho muchos otros. Y fue hasta ese momento cuando el histórico número cuatro del América lo aceptó como uno más.

Y en la tercera anécdota Brailovsky relata un poco de lo que sucedió tras haber ganado la famosa final del siglo ante el Guadalajara. Un triunfo de esa magnitud conllevó, como era de esperarse, un enorme festejo, no solo de los jugadores y el cuerpo técnico, incluso del dueño. De tal manera que se les organizó una gran fiesta en la que sucedió algo inesperado. Emilio padre entró al lugar donde se celebraba esta reunión, dio un discurso de felicitación y lo concluyó con una frase lapidaria: “Tú no vuelves a jugar en el América…”.

“El tigre” Azcárraga había señalado a un elemento que estaba sentado justo al lado de Daniel Brailovsky, y lo echó sin contemplaciones al haberse enterado que este había realizado cosas incorrectas durante el torneo. Era alguien que había faltado a la institución que representaba, así que pese a haber derrotado a los rojiblancos y haber jugado muchos minutos, él ya no tenía cabida en Coapa.

Estas tres historias expuestas por el Ruso exhiben esa conjugación de factores que hicieron de los años ochenta una época dorada en la historia del Club América. Una década donde fue un absoluto protagonista, un gran campeón y un prototipo de cómo había que hacer las cosas para mantenerse por la senda de la gloria.

Por una parte, se contaba con un personaje como Francisco Hernández, amplio conocedor e involucrado pleno en el equipo. Con él se logró un eficaz trabajo de visorias que evaluaba de forma exhaustiva a los jugadores que se pretendía contratar. Se tenía muy claro que para ser parte del Club América no bastaba con ser un crack en la cancha, había que serlo también fuera. Sobra recordar esa larga de lista de nombres que llegaron durante en ese momento, notables fichajes que hoy son cada vez más escasos en el nido.

Aunado a ello existían unas fuerzas básicas poderosas, lideradas por verdaderos referentes como Alfredo Tena, quien demostraba a cada segundo lo que le representaba portar esos colores. Figuras que no se desbordaban en gritos, en declaraciones clichés o en actitudes ególatras como muchos de los futbolistas actuales, cuyo único interés es llamar la atención y tratar cómodamente de agradar a la tribuna.

El Capitán Furia estableció la pauta que todos los jugadores que pisan Coapa deberían seguir, principalmente aquellos que, como él, se forjan ahí y se convierten en líderes del grupo. Y, además, después de tanto tiempo de haber dejado las canchas, ha seguido esa línea y se ha reafirmado como un auténtico emblema americanista.

Y qué decir de tantos sucesos que se han escuchado sobre Emilio padre, tal como el que mencionó Brailovsky. A primera vista este tipo de determinaciones podrían parecer radicales, pero en equipos de esta categoría son muchas las cosas que no se deben pasar por alto, tanto dentro como fuera del campo. Hay un prestigio que resguardar y una grandeza que mantener.

Es un hecho que las épocas han cambiado, que cada vez es más difícil mantener a un futbolista por tanto tiempo como sucedía anteriormente. Los sueldos y los costos tampoco se parecen en nada, pero el pasado está ahí para aprenderle, para sacar lo mejor de él y adaptarlo a los retos y condiciones actuales.

El éxito invariablemente estará más cerca en la medida en que se persigan esos pilares: visorias exhaustivas y fichajes respaldados. Siempre habrá la posibilidad de equivocarse en alguno, pero mientras más preparación y estudio haya detrás de cada contratación, el porcentaje de error se reduce notablemente.

El fortalecimiento y cabida de las fuerzas básicas abren las puertas a los genuinos símbolos americanistas. A esos que se fraguan en los eventos complicados, que dan la cara cuando las cosas no salen bien, porque en condiciones óptimas cualquiera está, y cualquiera se cree algo que no ha llegado a ser.

Igualmente, las elecciones y decisiones categóricas del dueño son el marco de referencia para los directivos en turno, ya que señalan la dirección a seguir y los límites a respetar. No importa que haya un triunfo, un título o cualquier suceso de por medio. Los episodios victoriosos no deben nublar la realidad, porque cuando un problema o una carencia no se resuelve, se hace cada vez más grande y se convierte en un obstáculo constante que no permite la estabilidad ni la continuidad.

Esa conjunción volverá en la medida en la que cada cual ocupe el lugar que le corresponde, cuando cada uno cumpla con su labor y asuma sus responsabilidades en torno de una exigencia permanente. Y coincidan en que todo es pasajero, que el tiempo sigue su curso y el único vínculo que permanece es el que los ha unido, el Club América.

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