Clásica Realidad

Qué distintos somos.

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Qué distintos somos.

América no solo ganó el clásico nacional, también volvió a evidenciar la intrínseca realidad del Guadalajara. Es bien sabido que en cada ocasión que se habla de los rojiblancos, cuantiosos “periodistas”, “comentaristas”, exfutbolistas, en una gran diversidad de medios repiten las mismas frases; las Chivas son el equipo más importante, el más popular, el que orgullosamente está conformado únicamente por mexicanos.

Y lo tienen que decir siempre, cada vez que se presenta la oportunidad, porque es a lo único que pueden aferrarse para pretender mantener ese antagonismo con las águilas. Pero en esta última edición del clásico volvieron a rebasar los límites en esos continuos intentos de creación de polémica barata, polémica fácil para defender a las Chivas de su presente, de su mediocridad, sabiendo que están muy lejos de ese protagonismo que ellos quisieran que tuviera.

Por ello, parecía que estaban buscando una nueva justificación, buscando que la atención no estuviera centrada en la goleada, en la entrada de Briseño sobre Gio, y su consecuente lesión, sino en algo, o alguien más. Y así señalaron a Guillermo Ochoa. Aseguraban que había escupido al responsable de la salida de Dos Santos. Es increíble la facilidad con la que se dio por hecho una acción sin haber cotejado las pruebas y hablar así por una mera imagen; aunado a ello, atreverse a exigir una sanción para el arquero.

Pero lo único que lograron es hacer un papelón por partida doble. Ochoa es un referente del América, del fútbol mexicano, y nunca ha necesitado de nada para hacerse notar como muchos otros. Por el contrario, sus acciones, su carrera, su comportamiento fuera y dentro de las canchas son su carta de presentación.

Así que después de que quedó demostrado que Ochoa no cometió un acto tan bajo, lo que lograron fue reiterar lo distinto que es del jugador promedio. Un futbolista con carácter, que levanta la cara por el compañero, pero de forma leal. Un futbolista que se sebe plantar y que no pierde la cabeza como lo haría un jugador cualquiera.

Y aunque todo esto que rodea a los rojiblancos no sorprende en lo más mínimo, parece que nunca cesará. Históricamente han sido y serán el consentido de los medios, el protegido, al que poco o nada se le exige o cuestiona. Al que se le justifica y defiende todo, y más cuando en frente está el América.

Al final, eso no es problema del América, que ha vuelto a poner cada cosa en su lugar. En el terreno de juego derrotó tranquilamente al Guadalajara, con todo lo que pueda criticársele, y con todo lo que las águilas tienen por mejorar. Sí, con superioridad numérica el marcador fue 4-1.

Un resultado que pudo ser todavía mayor si el portero rojiblanco no hubiera detenido un par de goles más a Sebastián Córdova. Sí, a Córdova, un canterano más que reitera que los mejores mexicanos nacen en Coapa, no en un club que se jacta, cuando le conviene, de jugar solo con elementos nacionales.

Así que mientras el paternalismo rodea y hunde a las chivas, las águilas siguen su camino, guiados por la exigencia de su historia y de su presente. Y de esa forma van evidenciando que cada vez hay más distancia entre uno y otro. Que América es todo lo que quisieran presumir los de Jalisco. Y por más show que se arme a su alrededor, lo único cierto es que actualmente el único grande de México se llama Club América.

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