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Bicampeón. Qué fácil es decirlo, pero qué difícil fue conseguirlo. Se recorrió un arduo y sinuoso camino para que ese día llegara, y tenía que ser un 26 de mayo, cuando se lograra.
Después de cinco años sin ser campeón, América conquistó el título anhelado de la mano de André Jardine, quien no era al candidato número uno para sustituir a Fernando Ortiz. Así que el técnico brasileño arribó inesperadamente a Coapa, y consiguió en corto tiempo, lo que pocos creían posible.
En unos meses derribó con toda la fuerza, el discurso de la prensa amiga sobre Miguel Herrera, al que señalaban constantemente como el entrenador ideal para el club, al que le celebraban y justificaban todo. Al que aseguraban, se le iba a extrañar más adelante. Al que varios pedían de regreso. Al que querían darle la etiqueta de irremplazable.
Desde su primer torneo arrasó con todo lo anterior, y con jugadores en un gran nivel, evidenció el alcance del plantel cuando está en sintonía, cuando apunta a la misma dirección, cuando se compromete, cuando da lo mejor de sí, cuando hay armonía. Se convirtió en un gran capitán del barco, en el punto de equilibrio para llevar al equipo a buen puerto.
El vestidor irradiaba unión y confianza. Estaba siendo guiado por un técnico trabajador, sensato, ecuánime, correcto, educado, apasionado. Un técnico que no busca llamar la atención; que entiende perfectamente que los protagonistas son los que juegan. Un técnico que asume responsabilidades y señalamientos, y que está totalmente dedicado, enfocado, a hacer su labor de la mejor manera posible, dentro y fuera de la cancha.
Un técnico que ha sabido dirigir el timón, y ha puesto orden y conjunción en un grupo donde los egos, el trato hacia los futbolistas, y el día con día, pueden causar estragos, tal y como ha sucedido anteriormente. Y todo esto se vio reflejado en la consecución del anhelado título 14, que tanto se deseaba, y que tanto había costado.
Su siguiente torneo comenzó como el primero, con poco margen para trabajar, tras los festejos y vacaciones. Esta vez, el reto fue más demandante. Se tuvo que hacer frente a la Concachampions, al torneo regular. Y en la última parte de todo este proceso podían verse las repercusiones de tantos viajes, de tantos partidos, de tener que sacar adelante demasiados compromisos.
El plantel dejó de brillar como lo hizo en el primer torneo. Era claro que no estaban al 100%, por lo que los altibajos se convirtieron en parte de la rutina. En un partido alguien cometía un error, y alguien más tenía que salvar el momento, y así sucedió hasta la final. Pese al agotamiento mental y físico, y a todas esas equivocaciones que pudieron costar el título, el América de André Jardine impuso récord de puntos, logró dos lideratos, se sobrepuso a las circunstancias, supo sufrir, y salió victorioso.
Dos torneos, dos ligas, y un campeón de campeones. Un torneo ganado de forma brillante, un torneo ganado de forma eficaz. América tiene en casa a un técnico capaz y adaptable. Alguien que entiende que en el fútbol hay vicisitudes, vaivenes, y que sabe superarlos. Un entrenador que sabe ganar cuando hay calma, y que también saber ganar cuando hay tempestades.
Y esto, es solo el inicio de la era Jardine. Vienen nuevos retos, nuevos objetivos que alcanzar, sobre todo, a nivel internacional, donde se dejó ir la posibilidad de asistir al mundial de clubes. No hay duda que él, y su cuerpo técnico, tendrán ya muy bien identificados todos esos aspectos para trabajar, reforzar, evolucionar.
Habrá cambios en el plantel. Varios no estarán más, entre ellos, Julián Quiñones, el elemento primordial para construir este presente. No se conoce aún quién llegará, y cómo quedará conformado. En ese sentido, ojalá que la directiva le dé margen de acción en las contrataciones, y con ello, seguir avanzando, ya que en este club no hay cabida para el conformismo.
Pese a todo lo que se viene, y de que nadie es infalible, ni perfecto, hay certeza de que se puede salir avante de lo que se aproxime, de que se puede seguir navegando con rumbo, ya que los nuevos desafíos no serán enfrentados por alguien como aquel estratega que perdió dos finales en el monumental estadio Azteca, sino por el que ha ganado dos finales en casa, que ha logrado un bicampeonato, y que tiene todo, para convertirse en el más ganador de la historia.