Un astro llamado Cuauhtémoc Blanco

Gracias por todo, Cuauh.

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Gracias por todo, Cuauh.
Gracias por todo, Cuauh.

Pelaéz no quiso, Herrera no quiso que me retirara en América. Me cerraron las puertas. Ricardo me dijo que le iba a quitar protagonismo al piojo, que la afición me iba a pedir y que sería mucha presión para él. Pero yo estaba dispuesto a estar en la banca, a ganarme un puesto…

Esas fueron las declaraciones que Cuauhtémoc Blanco dio en 2013 cuando le preguntaron por qué dejaría el fútbol sin haber pasado por Coapa.

Luego de esas palabras parecía que este capítulo estaba cerrado. Era impensable que volviera a vestirse de azulcrema con su nueva ocupación y conociendo su relación con la directiva. Sin embargo, sucederá, el diez portará por última vez estos colores en el majestuoso estadio Azteca.

Se marchará oficialmente de las canchas como lo anhelaba; como americanista, pero sin ser parte de un torneo completo como lo solicitó. Y esto fue posible gracias a su iniciativa, a su insistencia por ser parte de las águilas una vez más.

En los últimos meses del 2015 buscó a los altos mandos para pedirles que se llevara a cabo un homenaje y así cumplir su deseo. Posteriormente, luego de hablarlo con el dueño, accedieron a su petición y será ante Morelia cuando se despida.

Y no hay duda que será un gran momento. No importa cuántos minutos juegue, el verlo ahí nuevamente, donde fue artífice de tantas páginas épicas será muy emotivo. Y más que nunca con este presente donde hacen tanta falta figuras como él.

No obstante, es lamentable que se tenga que implorar a los dirigentes la práctica de este tipo de eventos. También parecería que se pudo haber organizado algo mucho mejor, ante un rival de categoría, en el Apertura 2016 cuando se celebre el centenario. Aún así, la decisión está tomada y esta historia terminará el 5 de marzo de 2016.

Pero todo este episodio, desde su salida del nido, la no aprobación de su regreso y la intempestiva forma en que la directiva le permite decir adiós es un ejemplo contundente y realista de cómo funciona este “universo”.

Se habla tanto del amor a una playera, pero generalmente de una forma idealista y demagoga. Cuando lo que hoy significa es el respeto, el fervor, el profesionalismo, el compromiso, la entrega hacia una institución. Los años ochenta ya quedaron atrás, ahí donde no existía este nivel de contratos y tampoco tantas oportunidades y posibilidades para emigrar.

Es oportunista criticar a los jugadores actuales, cuando se trata de una época totalmente diferente y que no fue experimentada por muchos de los feroces jueces que les gusta venderse como la máxima representación del americanismo.

Los futbolistas, como cualquier persona, tienen el derecho de buscar lo que crean mejor para su bienestar. Así como los equipos de prescindir de sus servicios cuando lo entiendan conveniente (siempre y cuando no se utilice como pretexto según intereses particulares), en esa evolución constante para obtener los mejores resultados.

Por lo tanto, de Blanco podrán comentarse muchas cosas. Pero lo que él demostró en el campo por tanto tiempo defendiendo la camiseta que lo vio debutar, nunca podrá ser negado o minimizado.

No interesa Chicago, Veracruz y demás escuadras por las que pasó posteriormente. Esto no borrará jamás su esfuerzo, su pasión, su carácter, su talento, su magia, su genialidad, su provocadora personalidad, su liderazgo. Tampoco los inolvidables e innumerables partidos heroicos, aquellos que ganó él solo en una etapa llena de oscuridad. Él fue simple y sencillamente el estandarte del americanismo.

Nada cambiará que él es el último ícono azulcrema y que eso no sirvió para permitirle volver. Así que si este es el parámetro para tratar a un referente, se debe aplicar el mismo criterio para el resto, para los “mortales”. Para todos esos nombres que van y vienen, nombres de instantes fugaces cuyo aporte no puede compararse con el del gran Cuauhtémoc Blanco.

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