Tardes Mágicas: Zelada y su cliente favorito

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Hoy recordaremos una serie de Liguilla que se dio en el Clásico Nacional en la gloriosa década de los ochenta.

Después de la gran Final de la temporada 1983-1984, el rival buscaba revancha lo más pronto posible, y tuvieron la oportunidad (aunque no fue una Final) de aminorar el dolor eterno que les dejó la derrota de aquel inolvidable 10 de junio.

Águilas y Chivas se encontraron en los Cuartos de Final de la temporada 84-85. Al principio de la campaña, el Maestro Carlos Reinoso abandonó la dirección técnica del club por problemas de salud, pero llegó un entrenador que, al pisar Coapa, de inmediato supo la exigencia que significa vestir la camiseta del Club América: Miguel Ángel López, multicampeón como jugador en Independiente, técnico del Diego en Argentinos Juniors en 1979 y de Atlético Nacional en Colombia.

 

El “Zurdo” llegó sin pretextos, sí o sí debía lograr el título y supo adaptarse a las condiciones del plantel. Hizo lo suficiente para meter a las Águilas a la Liguilla en la cuarta posición y tratar de conseguir el bicampeonato.

Para eso debían pasar por encima del mismo rival al cual habían vencido en la Final anterior.

La ida fue en el Estadio Jalisco, la sed de revancha de los tapatíos poco a poco se fue desvaneciendo por el amplio dominio Azulcrema, que al medio tiempo ya ganaba 2-0 con doblete del gran Alex Domínguez, al minuto 2 y al 43.

Regresando del descanso, Manzo empujó a Néstor de la Torre en el área, el árbitro Jorge Leanza marcó el penal… Quirarte estaba designado para ejecutar el castigo, pero por una molestia en un tobillo el encargado sería Cárdenas por órdenes del entrenador Guerra, pero Eduardo Cisneros (el mismo al que Héctor Miguel Zelada le detuvo la pena máxima en la jugada más gloriosa de nuestra historia) quiso librarse de todos sus fantasmas.

Envalentonado, sin la autorización del técnico, Cisneros decidió cobrar el penal, pero después de dar el primer paso rumbo al balón ya iba aflojándose del miedo, hizo una inútil pausa, Zelada no se la comió y le volvió a parar el penal al “Vaquero”, sepultando, para siempre, su carrera futbolística.

 

El golpe anímico fue duro para los del occidente, que no se recuperaron jamás y llegaron muertos al Azteca para la vuelta, donde nuevamente, Alex Domínguez al minuto 76, conseguiría su tercer gol en esta serie (y también conseguiría la atención de Bora Milutinovic rumbo al Mundial 86), global 3 a 0.

Ellos estaban pagando con muchas lágrimas la insolencia, el atrevimiento de arruinar la gran campaña Americanista de dos años atrás.

En semifinales eliminamos en penales al Atlas y en la final vencimos a los Pumas en una serie de tres encuentros, muy parejos los dos primeros y con un dominio avasallador de las Águilas en el juego decisivo en la Corregidora.

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