Cuauhtémoc Blanco

Genio y figura hasta la sepultura.

No te pierdas más reciente capitulazo del NidoPodcast, el show semanal para Americanistas Exigentes.

Genio y figura hasta la sepultura.
El genio se despidió del fútbol

Del equipo de tus amores te fuiste hace mucho aunque tus recuerdos son tan vivos que pareciera que fue ayer cuando nos regalaste tu última pintura en la cancha de Pachuca.

El entorno hostil siempre te motivó. Te hacía más grande. Siempre aceptaste los retos. Por eso aquella noche del 2007, colocaste la pelota muchos metros fuera del área, caminaste hacia atrás quizá más de lo normal y corriste a toda velocidad empalmando la esférica de parte interna clavándola en el ángulo. Ese día merecías haber levantado el título pero los caprichos del fútbol decidieron otra cosa. Nunca tuviste los trofeos que merecías, pero tienes algo que pocos pueden presumir: un legado inmortal.

Tras salir de Coapa recorriste el mundo y llevaste alegría a todos aquellos que siempre anhelaron tenerte en sus filas. Todos aquellos que en su momento te detestaron se convirtieron en fieles tuyos. Poco a poco te fuiste ganando el cariño y respeto del país entero.

Como americanista siempre me sentí incómodo. Me dolía verte lejos de casa. En cada período de transferencias siempre esperé tu regreso. Pues por mucho que fueras bienvenido en otros clubes, tu casa siempre ha sido Coapa. Esa que te vio crecer y convertirte en la leyenda que hoy en día eres.

Recuerdo tus primeros juegos bajo el mando del revolucionario Leo Beenhakker que fue con quien empezaste a hacerte notar. Corrías por la banda con ese estilo ciertamente desgarbado pero letal e imposible de descifrar para tus perseguidores. Por izquierda o derecha, tu magia nunca discriminó zona alguna del césped.

De pronto, se fueron todos. Pero tú no. Los de tu estirpe están destinados a ser ídolos. No tardaste en convertirte en líder y redentor de una causa americanista que parecía perder el rumbo. No podía ser de otra forma. Habías nacido para esto.

Esos finales de los noventa y principios del nuevo siglo vieron desfilar a cualquier cantidad de entrenadores y jugadores. Pero tú no, tu siempre estuviste ahí presente para mantener viva la llama del americanismo. Si bien a nivel colectivo sufrimos demasiado, eras nuestro orgullo. Sabíamos que si tú estabas en la cancha, el viento soplaría a nuestro favor. Nunca nos dejaste morir solos.

Abrazaste el escudo, te envolviste en la bandera azulcrema y a base de derrochar talento y genialidad, te erigiste como el representante del pueblo amarillo.

Siempre fuiste la definición perfecta del chico de cantera que entendió el significado del americanismo y supiste reflejarlo con picardía, habilidad y soberbia para con los rivales, pero con liderazgo, carácter y amor eterno a esta camiseta.

Entendiste este deporte en su forma más elemental. Como un juego. Y a los juegos uno sale a divertirse. La cancha nunca dejó de ser para ti un tramo de carretera con piedras que conformaban las porterías donde las locuras e improvisación dignas de un crack siempre fueron bienvenidas.

Cómo olvidar aquella ocasión en la que prometiste hacerle dos goles a Oswaldo en el Clásico y lo cumpliste. O esa vez en donde te quitaste a medio Atlas y entraste prácticamente caminando a la portería para luego restregárselo en la cara a La Volpe.

Y como tu genialidad no tiene fronteras, en Paraguay no olvidan aquel día en que comandaste la goleada histórica al Olimpia. O qué tal cuando te amenazaron para que no te presentaras en Colombia y les respondiste de la mejor forma. Con un triplete de goles que hicieron al noble pueblo colombiano rendirse ante ti y ovacionarte de pie por tu gran demostración.

Vestido de verde también tienes historias que contar. Primero nos deleitaste con aquel gol ante Bélgica que solo se le podría ocurrir a un genio. Un año después, pisabas la esférica dentro del área para sacarte al brasileño de encima y cruzar de zurda al arquero para darle a México su primera Copa Confederaciones.

No te importó que dos años más tarde, un carnicero pusiera en riesgo tu carrera. Truncó tus aventuras europeas aunque como el crack que eres, te dio tiempo de fastidiar al Madrid en su cancha con gol de último minuto a pelota parada.

Fuiste llamado al deber cuando el tricolor se hundía. Tú y nadie más que tú te cargaste al país entero y lo llevaste a Japón y Korea en el 2002 y ocho años más tarde, se repitió la historia. Tú indicaste el camino a Sudáfrica en donde te apuntaste un logro mas al ser el primer mexicano en anotar en tres copas del mundo.

Este viaje no estuvo falto de piedras en el camino. Especialmente en Coapa, tu casa, donde se han cansado de faltarte al respeto. En su momento, te enviaron a Necaxa como supuesta medida disciplinaria. Qué poco te conocían si pensaron que con esa acción dejarías de ser tú mismo.

Tras tu salida de las Águilas, prometieron guardar la número diez, tu camiseta, por al menos cinco años. Poco tiempo después, la sacaban del armario para ponerla de nuevo en circulación. Intentaron buscarte sucesores por doquier, pero Cuauhtémoc hay uno y solamente uno.

Por último, tampoco dejaron que te retiraras con el equipo al que le diste los mejores años de tu vida. Al que defendiste cuando todos se hacían chiquitos. No fuera que tu figura, tu inmensa figura opacara a unos personajes pequeños que siempre se sentirían inferiores a ti.

Sin embargo, nada de eso mermó tu amor por el Club América. A diferencia de ellos, tú lo tienes muy claro: la vida es una ruleta. A veces estás arriba y otras abajo. Y por lo mismo, sabes que lo que cuenta, es el escudo. Personajes van y vienen, pero pocos son recordados como leyendas.

Al final de tu carrera, jugaste cuanto, donde y hasta la edad que quisiste. Porque para ti, el fútbol siempre fue diversión. Y si bien algunos insisten en que alargaste de más tu carrera, yo diré que mientras fueras feliz en una cancha, nadie tenía el derecho a juzgarte.

Te vas por que así lo has decidido. Se va uno de los últimos de tu especie. Esos que aún se divierten con la redonda y no se cansan de inventar jugadas geniales. Uno de los últimos que no juega como un robot automatizado que corre y pasa sin detenerse a pensar.

Se va uno de los últimos que juega para la tribuna.

Gracias por todo lo que nos diste, Cuauhtémoc.

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