¡Allez, allez!

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“nuestros ingenuos rivales no sabían de la grandeza de nuestro equipo”

No te pierdas más reciente capitulazo del NidoPodcast, el show semanal para Americanistas Exigentes.

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“nuestros ingenuos rivales no sabían de la grandeza de nuestro equipo”

NidoCrónicas es un conjunto de historias redactadas por miembros e invitados del Staff de NidoAzulcrema donde, con miras a celebrar el Centenario del Club, nos dan una pequeña muestra de cómo se vive el americanismo.

Por César Izazaga.

El Impact de Montreal tomó por sorpresa la etapa de grupos y se colocó en la 4ta posición de la fase final de la Liga de Campeones de CONCACAF. Para su mala fortuna, los cuartos de final los tendría que enfrentar ante un equipo de gran tradición futbolera y ya con la experiencia de haber obtenido el título en 4 ocasiones, el Pachuca.

No recuerdo exactamente si fue al finalizar el partido de ida o el de vuelta, cuando me di cuenta de lo que podría ocurrir, el América venía como favorito en su sector y pintaba para ser finalista. Por su parte, el Impact acababa de demostrar corazón y garra al eliminar al Pachuca con un gol en tiempo de compensación. Si el equipo canadiense se colaba a la final, tendría oportunidad de ver al equipo de mis amores disputar un campeonato fuera de México.

coulmna_cesar_10El torneo siguió su curso y mis sueños se hacían realidad, en otro cardiaco encuentro, el Impact se coló a la final. Las Águilas por su parte, con una de sus ya clásicas volteretas arrollaría al Herediano, unos minutos más tarde me encontré en la página de TicketMaster Canadá y sin darle más vueltas al asunto, compré un par de boletos para el partido de vuelta de la gran final en Montreal.

Lleno de júbilo y anticipando un gran fin de semana, me puse en contacto con mi amigo Carlos para comentar el triunfo. Le comenté que había comprado dos boletos y que, si estaba dispuesto a hacer el viaje, uno de ellos era todo suyo. Mi sorpresa fue muy grata cuando sin titubeos me dijo “Ok, mañana mismo busco vuelos”. Llegó la fecha, tomé un tren desde la estación Union de Toronto rumbo a Montreal. Carlos había llegado un día antes y nos propusimos encontrarnos en el hotel una noche antes del encuentro.

Cuando llegamos a Montreal la gente se notaba entusiasmada, ilusionada. Su slogan “Marquons L’historie” nos recordaba que todo esto era nuevo para ellos, que era hora de hacer historia. Se notaba la esperanza en el ambiente, la gente había dejado el hockey por un día y miles de personas llenaban y pintaban los vagones del metro y calles cercanas al Estadio Olímpico de azul y blanco y flores de lis.coulmna_cesar_4

Ya dentro del estadio encontramos nuestros lugares rodeados de hinchas rivales. Padres e hijos, parejas de novios apoyando a los dos equipos y uno que otro despistado vistiendo la playera de los Pumas. La porra americanista se encontraba frente a nosotros, al otro lado de la cancha. Los asistentes eran casi en su totalidad seguidores del Impact, quienes apoyaban a su equipo a todo volumen entonando su grito de guerra “Allez, allez, allez Montréal, Montréal, allez, allez, allez!”. El grito retumbaba en cada rincón del estadio que se encontraba a su máxima capacidad.

Comenzó el encuentro, la gente enloquecida apoyaba cada jugada de su equipo y pasaron solamente 7 minutos para que se abriera el marcador. Uno, dos, tres, cuatro jugadores americanistas quedaron humillados dentro del área y el argentino Romero abría el marcador a favor de los locales. Cerca de 60,000 espectadores se pusieron de pie, agitaron sus banderas y por un segundo se sintieron más cerca de lograr la hazaña. Los aficionados que nos rodeaban volteaban a vernos con sonrisas burlonas y los ojos llenos de alegría. El panorama se ponía cada vez más negro, la única jugada de gol de todo el primer tiempo ocurrió al minuto 12, en donde Benedetto estrelló la pelota en el travesaño a meros centímetros de la portería.

Al medio tiempo y con el marcador en contra, nos encontramos una vez más considerando la posibilidad de que el resultado no sería el que esperábamos. La afición del Impact se encontraba tranquila, mirando sus teléfonos celulares, la emoción de los primeros minutos del encuentro parecía haber desaparecido. Recordando ese momento he llegado a la conclusión de que nuestros ingenuos rivales no sabían de la grandeza de nuestro equipo y de la gran experiencia que tenemos para remontar situaciones que para otros equipo serían imposibles.

coulmna_cesar_5Comenzaba el segundo tiempo y la afición volvía a apoyar, se escuchaba el “Vamos América” pero a los pocos segundos era silenciado por abucheos y cánticos del otro equipo. Lo más importante fue que desde el comienzo se veía un equipo más organizado, más tirado al ataque y después de unos cuantos minutos el primer remate de cabeza de Benedetto, pese a ser contenido por el portero, mostraba un poco más idea que la mostrada durante el primer tiempo. Un minuto más tarde, Darío se encontraba sin marca al borde del área chica y aprovechando un magistral pase de Osvaldo Martínez, sacó un violento remate de tijera que se coló al fondo de las redes después de doblarle las manos al arquero rival.

Siempre me ha gustado pensar que el destino se guardó todos los goles para el segundo tiempo para que pudiéramos apreciar el espectáculo de cerquita. Mucho más inspirados, los azulcremas se volcaron al ataque. Peralta y Benedetto se mostraban imparables, Rubens se adueñó de la media cancha y junto a Osvaldo ponían tranquilidad al encuentro. Uno tras otro los goles fueron cayendo. Oribe destruyó los ánimos del rival al anotar de cabeza y un minuto más tarde al 65, Benedetto dio inicio a la silenciosa retirada de los aficionados canadienses. Para estas alturas todo era fiesta en el lado americanista, lo habíamos logrado una vez más. Pese al marcador en contra, pese a ser visitantes ante un estadio a reventar, el América se estaba coronando en tierra ajena. Para asegurar las cosas, Darío cerraba su triplete al minuto 80.

La coronación llegó, nos acercamos un poco más a la cancha para estar cerca de nuestros ídolos, agradecerles las alegrías y ser testigos del júbilo del triunfo. El estadio estaba pintado de amarillo, en parte por nuestros hermanos americanistas que no queríamos abandonar el lugar y en parte por el color de las gradas ahora vacías, que parecía rendir homenaje al más grande.

La noche siguió, con amistades nuevas y viejas compartiendo el triunfo. Visitamos restaurantes y bares portando con orgullo los colores del campeón con el sabor de la victoria fresco en la memoria y con la enorme felicidad de saber que el club más grande de CONCACAF es y será siempre El Club América.

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