No confíes en la bestia

Desconfía de la bestia…

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Desconfía de la bestia...
…por que un día, tú serás su cena…

Cuenta la leyenda que en el reino de Coapa hubo un invierno en el que una parte de sus habitantes deseaba con todas sus fuerzas que el pueblo enemigo del Pedregal venciera a los guerreros águilas para que un estratega que prometía devolver al reino a sus épocas de mayor esplendor fuera el nuevo gobernante.

Esos oscuros e incomprensibles deseos no llegaron a cumplirse gracias a unos nobles guerreros que se dejaron la vida intentando devolver la gloria al reino. Tristemente, fue demasiado tarde. Haber regresado con el botín no fue suficiente. La niebla se había apoderado del reino contaminando a su paso la mente de habitantes y más grave aún, de la corte del reino. Misma que decidió satisfacer las demandas de su pueblo y anunciar al gobernante solicitado.

Un día, los guerreros águilas se encontraron en una situación difícil. Un desconocido enemigo los había mal herido poniendo en peligro al reino de Coapa. Entonces, la corte, el gobernador y los sobrevivientes de aquel duelo, pidieron ayuda a todos los que quisieran defender a su reino. Hombres y mujeres de todas las edades respondieron al llamado. En la batalla final, el enemigo se se encontró rodeado de furiosos pobladores que alentaban y protegían a los suyos.

Formaban una gran mole que obligó a los rivales a echar la vista hacia abajo al ser incapaces de mirar a la cara a la bestia amarilla. Los combatientes del reino de Coapa no dejaron escapar la oportunidad y doblegaron al enemigo asegurándose que nunca más volvieran a intentar atacar al reino de las águilas.

La niebla se desvaneció y el sol volvió a brillar sobre el próspero reino amarillo. La paz había regresado y los habitantes vivían en completa armonía.

Sin embargo, una tarde soleada de primavera, un nuevo enemigo sorprendió a los guerreros águilas y asestó un par de goles mortales haciendo necesaria la presencia de aquella bestia que en el pasado había sido de invaluable ayuda para recuperar terreno en la batalla. Pero algo pasó. La bestia amarilla se mostró poseída y lejos de amedrentar a los enemigos… atacó a los suyos.

Celebró cada corte mortal de los que un día protegió.

Se burló de ellos.

Los dejó caer.

La bestia regresó a su escondite con una nueva victoria.

Pues ella, nunca pierde.

Menos mal que es una leyenda, ¿no?

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